Impulsados por nuestra pasión compartida por el sonido, la narrativa y la conciencia ambiental, Genelec y el aclamado grabador de campo y artista sonoro Thomas Rex Beverly han unido fuerzas para destacar su excepcional talento para expresar la esencia pura de la naturaleza a través del sonido. En este artículo exclusivo del blog, Thomas —cuyos sonidos enriquecen la experiencia de grandes películas, series de televisión, proyectos museísticos y videojuegos— revela qué hay detrás de su inspirador proyecto Redwood Resonance.
Cuando crecí en la Texas rural, mi padre sentía un profundo amor por los árboles centenarios. Los plantaba, los cuidaba y hablaba de ellos. Esa fascinación se me contagió desde muy joven. De niño, trepaba 10 o incluso 20 metros a los árboles de nuestro terreno; sin cuerdas, solo curiosidad y ramas. Creo que esa admiración infantil por los árboles nunca me abandonó. Me ha acompañado durante años de grabaciones de campo y ha moldeado el proyecto Redwood Resonance de una manera muy real.
Cuando soñé por primera vez con subir al dosel de una secuoya gigante, no tenía ni idea de lo profunda que sería la experiencia, no solo física, sino también emocional y sonoramente. El proyecto Resonancia de la Secuoya es la culminación de años de curiosidad, planificación y el deseo de explorar cómo el sonido puede contar la historia de los ecosistemas más antiguos de nuestro planeta.
Las secuoyas son los árboles más altos de la Tierra, y algunas tienen más de 1000 años. Pero pocas personas tienen la oportunidad de contemplarlas desde arriba. Con la ayuda de un guía especializado en escalada y un grupo de conservación que protege arboledas antiguas, pude ascender al dosel, colocar micrófonos a diferentes alturas y pasar la noche en hamacas suspendidas a casi 70 metros de altura.
El objetivo era capturar un retrato sonoro completo de un solo árbol: su entorno, su voz, su resonancia.

La experiencia fue surrealista. El bosque en sí parecía una catedral: alto, atemporal y silencioso. Uno de mis descubrimientos favoritos fue la «lluvia de agujas de secuoya». Al principio, el bosque parecía silencioso. Pero con micrófonos ultrasilenciosos, empecé a oír esta delicada textura similar a la lluvia: clics apenas perceptibles mientras miles de agujas caían suavemente del dosel. Era hermoso. No lo notarías sin pararte a escuchar, escuchar de verdad.
Dejé los micrófonos encendidos durante largos periodos, a veces hasta 24 horas seguidas, para capturar el Grove en su estado más sereno y sutil. Así capté el sonido de una secuoya cayendo a lo lejos, como una explosión profunda y resonante que resonaba en el bosque. O una rama que se rompía y cortaba 90 metros de altura como una flecha. Estos momentos son raros, sutiles y, a veces, inquietantes.
Luego estaba el cuervo.

Estaba usando micrófonos de contacto para grabar las vibraciones internas del árbol cuando oí algo inesperado: el canto de un cuervo. Al principio, pensé que había cambiado accidentalmente a los micrófonos externos. Pero no. El canto grave y potente del cuervo había hecho vibrar al propio árbol, y los micrófonos lo habían captado. Me di cuenta de que estaba escuchando el bosque no solo a través del aire, sino a través de la madera.
Fue una revelación. El árbol se convirtió en un instrumento, un filtro, un resonador. Me recordó a un violonchelo: profundo, cálido y misterioso. Intenté la misma técnica con búhos y otras aves. En perfecta calma, se podía oír la vida silvestre no solo en el bosque, sino a través de él. El árbol percibía el sonido.
Eso nos llevó al corazón del proyecto: el ciclo de retroalimentación.
Usando un par de monitores Genelec 8010 colocados cerca de la base del árbol y micrófonos de contacto en la corteza, comencé a realimentar el sonido al propio árbol. Por ejemplo, grababa el ulular de un búho en la arboleda, luego lo reproducía a través de los monitores hacia el árbol y regrababa la vibración. Luego lo repetía una y otra vez. Con cada bucle, el sonido se transformaba, adquiriendo más del carácter tonal del árbol. Una especie de alquimia sónica. Al final, el sonido original había evolucionado hacia un zumbido profundo y evocador: la resonancia de la madera antigua.
He trabajado con monitores Genelec durante más de una década: primero en la universidad, luego en estudios y finalmente en el mío propio. Su precisión y claridad me han ayudado a moldear cada etapa de mi proceso creativo. Pero esta fue la primera vez que los probé en plena naturaleza. Los 8010 eran perfectos para las secuoyas: compactos, fiables y lo suficientemente potentes como para hacer posible el experimento.
Para mí, esto es la esencia de la narrativa sonora ambiental. No se trata solo de registrar la naturaleza, sino de comprenderla, preservarla y compartirla de maneras que conmuevan a la gente. Invitar a otros a conectar con el mundo natural de una manera íntima, emotiva y poderosa.
Se trata de preservar paisajes sonoros que están desapareciendo. Las secuoyas son antiguas. Llevan siglos escuchando. Redwood Resonance fue mi intento de volver a escucharlas.
Redwood Resonance es solo un capítulo de un viaje mucho más amplio. A lo largo de los años, he explorado las voces de glaciares, ballenas y algunos de los ecosistemas más remotos del planeta. Explorar formatos inmersivos ha añadido una nueva dimensión a mi forma de contar estas historias, permitiendo que los oyentes se sientan aún más conectados con los lugares y momentos que grabo.
Mantente atento y gracias por escuchar.
